PALOMA SAN BASILIO, FASCINANTE EN EL PRIMERO DE SUS TRES CONCIERTOS EN UNIVERSAL MUSIC FESTIVAL
A finales de 2024, Paloma San Basilio inició la gira “Gracias”, con la que pasa una nueva página en su trayectoria tras medio siglo de brillante actividad sobre los escenarios. Universal Music Festival tiene el privilegio de acoger durante tres noches consecutivas a una cantante y actriz singular, reconocida en todo el mundo y por varias generaciones.
En el primero de estos tres conciertos, ayer en el UMusic Hotel Teatro Albéniz, con todas las entradas agotadas desde hace semanas y ambiente de noche grande, la madrileña firmó un emotivo repaso a su carrera en el que no faltó ningún título clave de la misma. Camino de los 75 años, espléndida como siempre en el apartado vocal, elegante a más no poder y acompañada por un amplio dispositivo instrumental que incluye cuerdas, teclado, piano, coros y una eficaz base rítmica, Paloma San Basilio recibió todo el cariño que merece, con un show que se articula en torno a un repertorio de gran riqueza que permite disfrutar de su asombrosa versatilidad. También de su dominio del espacio escénico, su facilidad para integrar al público en el espectáculo y su generoso reconocimiento al equipo de músicos que le acompaña.
El concierto empezó en coordenadas hispanoamericanas con ese estándar global de la chilena Violeta Parra titulado “Gracias a la vida”, hizo escala en México con el bolero “Bésame mucho” y continuó en Venezuela y su clásico popular “Caballo viejo”. Luego escuchamos otro bolero eterno –“Ansiedad”– y un tango inmortal –“El día que me quieras”– que precedió a “La paloma”. Lo que les decíamos, un repertorio sin fallo.
Además, recurrió a hitos de nuestro pop como “Hijo de la luna” (Mecano), “Cuando nadie me ve” (Alejandro Sanz) a solas con el piano del director musical Julio Awad o “¿Y cómo es el?” (José Luis Perales). Por si fuera poco, se llevó a su implacable territorio interpretativo el vallenato colombiano –“La gota fría” de Carlos Vives– o la trova cubana –“Yolanda” de Pablo Milanés– y ofreció su faceta más actualizada cuando llegó el turno de “Tacones rojos” (Sebastián Yatra), “Despacito” (Luis Fonsi) o la oscarizada “Al otro lado del río” (Jorge Drexler), que presentó con un alegato por la tolerancia hacia la inmigración.
Canciones de ayer y hoy, canciones para siempre, que permitieron al público sumarse desde el principio a la celebración, para abordar una segunda parte del show incluso más emocionante, también de cariz más personal, en la que brillaron algunas de las canciones que ella ha encarnado mejor que nadie. Porque no hay registro que se le resista: pasa de un estándar pop estadounidense de los cincuenta –“Quiéreme siempre”, aquí con cadencia jamaicana– al legado del compositor griego Mikis Theodorakis –“Luna de miel”, imposible superar su versión– y luego nos enreda sin remedio en “La hiedra”, en la que se adivina cierto poso de bossa nova.
Una ocasión tan señalada como esta merecía un gran final, y eso es justo lo que tuvimos. Cuando terminó “Beso a beso” –conmovedora en su desolación– algunos tuvimos que sujetar el lagrimal y peleamos para recuperar el aliento. Lo conseguimos gracias a “Vida”, “Largo camino” y “No llores por mí Argentina”, preludio de un bis festivo protagonizado por “Juntos”, que desató la euforia en la platea e impulsó la última gran ovación de la velada.