JUNTOS… café para todos
Esta es la historia de una canción que pudo no ser. A veces pasa que las cosas pequeñas crecen y crecen sin que nos demos cuenta. Precisamente por ocupar un pequeño espacio en el que nadie repara, tienen vida propia y desde su invisible rincón se ríen cada vez que alguien las ignora.
Estos días, algunos amigos me mandan mails para decirme que “Juntos”, mi pequeña gran canción, ha sido la banda sonora en el ultimo capítulo de la popular serie “Cuéntame”, con imágenes incluidas como final. De pronto, he sentido la necesidad de hacerle un reconocimiento, algo así como un tributo a esa historia que ha conseguido hacerme cómplice de casi tres generaciones y que sigue arrancando una sonrisa cada vez que alguien decide saltarse los semáforos de la vida o fumarse un puro en el auténtico sentido de la palabra. Lo del bocadillo a medias es una buena imagen en los tiempos que corren y buscar magos se está convirtiendo en una necesaria forma de supervivencia.
Eran los finales de los setenta y una grabación dormía en un cajón por desacuerdo entre el productor, la compañía de discos y la cantante, que buscaba algo más que cancioncitas pegadizas. Es decir, la canción, como tantas otras, no vería la luz. Una mañana me despiertan de un sueño profundo de pelucas rubias y acento argentino para decirme que, mientras yo lloraba mi muerte cada día en un teatro, esa irreverente canción se había convertido en número uno gracias al oportunismo de mi compañía de discos y una coreografía estupenda que los niños, esos bajitos no tan locos, habían elegido con sorprendente entusiasmo.
A veces, cuando empiezo un concierto, les aclaro en clave de humor que, aunque tengo más de una treintena de discos, miles de conciertos…, soy la que canta Juntos. “Por si hay algún despistado”. Os podéis imaginar lo que se siente cada vez que en bodas, bautizos y comuniones, con los primeros compases, como activados por un resorte, todos salen a la pista en estado de trance para bailar con mi holograma la famosa canción.
Quién nos lo iba a decir cuando incluso un columnista bastante reaccionario dijo que había que prohibirla porque era una incitación a la anarquía. Hoy estará con tratamiento para el estrés, más de treinta años después, viendo el tranquilo e inocente panorama que le rodea y cómo está de suelta la peña.Yo, en cambio, estoy tremendamente agradecida a todos los que han adoptado esa canción como propia generación tras generación.
Todo esto no es una loa a mi trayectoria ni un ataque de ego repentino. Es la constatación de que las pequeñas cosas, otra vez Serrat, nos salvan muchas veces de la visión engañosa de las grandes. Que recuperar el tamaño de nuestra vida es valorar, disfrutar y descubrir todo lo pequeño, lo que a veces está más cerca, lo que no nos exige nada, pero siempre está acompañándonos, en silencio, sin llamar la atención, de una manera casi tímida, equívocamente inútil, con la reconfortante, fresca y maravillosa inutilidad de las cosas que no son un medio para conseguir algo sino suficientes en sí mismas.
No nos dejemos deslumbrar por lo grande despreciando lo aparentemente pequeño. A veces es solo cuestión de quitarle la lupa de aumento o desconectar el ordenador y se queda en nada o desaparece, mientras lo que de verdad merece la pena nos rodea esperando solamente que nos demos cuenta y busquemos el tiempo para compartir un delicioso café a medias.