La diosa del mar

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La diosa se contonea, se mece, se perfuma, se pone las palmas en la cabeza, se baña de azules y turquesas y se ríe a carcajadas sintiéndose única, admirada, amada y mimada por quien tiene la suerte de tocarla, disfrutarla y descubrirla. Su piel es húmeda y canela, sus caderas se cimbrean al sentir la mejor música que emerge de sus venas. Es una sinfonía de sensaciones envolventes que te obligan a dejarte llevar al lecho que ella tiene como un tálamo en el medio del mar.

Su nombre es Puerto Rico y sabe a España con otro color, brisa y perlas de agua en la cara. Es difícil encontrar un paraíso del que uno jamás quisiera marcharse como esta isla en medio del Caribe, de vegetación cerrada y gente alegre y privilegiada. Es la América híbrida mitad norte y mitad sur que compra en dólares pero no hay moneda en el mundo por la que se venda, que habla un inglés mestizo e indómito, que sabe que sus raíces están en otros mares, África, España, y eso les hace distintos y soberanos.

En el viejo San Juan, nuestras ciudades del sur están reflejadas en los balcones, las plazas, las rejas, los portones. A veces es Cádiz con otra música asomándose a las ventanas y con esos colores a los que España tiene miedo y aquí surgen en cada fachada o esquina. Nombres traídos del otro lado del océano, iglesias coloniales, fortalezas que defendían la isla de los ataques piratas ansiosos por robar a los españoles la Perla del Caribe. Todo pasa ante nuestra mirada como algo conocido, familiar y sin embargo distinto con vida y sabor propios. Como ese delicioso Mofongo, plato típico entre otros que también saben a España, con el plátano como gran protagonista en toda la cocina boricua.

Hemos terminado esta primera parte de gira americana en Puerto Rico. No podíamos haber elegido mejor despedida. Hemos disfrutado del público maravilloso del teatro Bellas Artes de Caguas, pero también nos hemos bañado en sus playas, bailado hasta altas horas y dejado seducir por los Coco Locos y Las Piñas Coladas. Realmente lo necesitábamos todos después de esta maravillosa, agotadora y gratificante gira. La isla ha sido generosa con nosotros y nos ha dicho adiós como una amante benévola que espera sonriente el regreso del navegante para volver a recibirle con sus brazos morenos y cálidos… Hasta Siempre América. Jamás olvidaremos este recorrido de sur a norte por tus paisajes y gentes, ni tanto cariño. Una vez más… Gracias.