¡Oh , Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura: así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que a mi fe se le debe! Don Quijote de La Mancha (Primera parte cap. XXV)
Ser la mujer perfecta, modelo de educación y encanto, dama y señora del más famoso caballero andante de la historia, es un peso que Dulcinea ya no quiere seguir soportando.
En un mundo donde los ideales tienen cada vez menos cabida, donde la ética ha dado paso a la estética y la moral a la corrupción, no tiene sentido seguir defendiendo sueños imposibles. ¿O quizá sí? ¿Necesitamos hoy en día, más que nunca, a Dulcinea?
Quizá ella con humor, con dolor, con ironía y con una absoluta sinceridad, sea la única capaz de darnos esa respuesta.


