La ruana
¿Falta mucho para llegar? No, una horitica, estamos allá mismo. Pasan dos horas y media y por fin llegamos, atravesamos un paisaje frondoso lleno de variedades increíbles de árboles, buganvillas, bananeros… el río Cauca nos acompaña jugando con nosotros, aparece, desaparece y vuelve a cimbrear siguiendo el voluptuoso recorrido de una carretera llena de curvas que te eleva para luego descender. Estoy camino de Manizales después de dejar Medellín. Estoy en Colombia.
Nunca un nombre pudo llevar tanta música en sus letras, nunca un nombre pudo solo al pronunciarlo anunciar la belleza inmensa de este país de costa y sierra, de lluvia y sol. Nunca terminas de descubrir la diversidad de los paisajes recorridos por los ríos Amazonas, Magdalena y este Cauca que ahora nos acompaña. Esa misma riqueza que se refleja en su música, en sus joyas precolombinas como las filigranas únicas en perfección y diseño de los Tayrona, reflejo de las culturas que antecedieron a la conquista española.
Paramos en un típico establecimiento de carretera siempre al descubierto con su enorme parrilla para degustar una arepa de maíz con queso. Son tan ricas que podría alimentarme solo de ellas en mi estadía colombiana. Pero no, los colombianos, gente cálida, educada y maravillosa, te alimentan de muchas otras maneras; te regalan flores, collares, libros y, sobre todo, te regalan, por si se te olvida, pruebas constantes de cuánto te quieren, de cuánto aprecian que, incluso cuando esta tierra era tan injustamente golpeada por unos y otros, siguieras cantando para ellos sin el miedo paralizante que a muchos les desviaba de su camino.
Si hay una canción que me emociona al cantarla es la Ruana, esa que refleja con un respeto y admiración únicos el hecho histórico del mestizaje, a pesar de los episodios desafortunados, de la destrucción de tantos poblados autóctonos; a pesar de las luchas de los nobles españoles por disputarse unos a otros parcelas de esta tierra prodigiosa, cegados por el brillo del oro que viajaba a España para pagar guerras interminables. A pesar de ello, alguien escribe una canción diciendo algo tan bonito como… “La capa del viejo Hidalgo se rompe para ser ruana”. La ruana es un prenda de abrigo abierta por delante. “Porque tengo noble ancestro de Don Quijote y Quimbaya me hice una ruana antioqueña de una capa castellana”…
Comprenderéis la emoción que siento hasta las lágrimas al cantar esta canción, coreada por los miles de colombianos que han decidido acompañarme en este recorrido. Algún día volveré a esta tierra para bucear en las islas del Rosario, para montar sus caballos de paso fino, para contemplar sus esmeraldas y llevarme su brillo en la retina, para escuchar ballenatos de don Rafael Escalona, autor de música popular al que nunca le agradecí bastante que en la última etapa de su vida compusiera un ballenato con mi nombre. Él, seguramente, me estará sonriendo desde esa casa en el aire que compuso para su hija hace mucho tiempo, disfrutando de uno de los mejores cafés del mundo… el café de su hermosa tierra: Colombia.